VICTOR NOIR
En el cementerio de Pére Lachaise,
del que ya he comentado en una ocasión anterior, hay una tumba que contiene los
restos de un joven que murió de un disparo la víspera de su boda.
Yvan Salmon, verdadero
nombre de Víctor Noir, era periodista en París por el 1870, redactor de un
diario revolucionario y antibonapartista, La
Marseillaise. Pierre Bonaparte se ofendió
por un artículo firmado por Pacal Grousset, redactor jefe, de la citada
publicación, al cual retó en duelo. Grousset, en respuesta, envió a Víctor Noir
para ajustar la cita en que se debería celebrar el encuentro, pero el
joven mantuvo una acalorada
discusión con Pierre Bonaparte y este le
disparó un tiro en la cabeza.
El entierro del muchacho
se convirtió en un rechazo masivo al régimen de Napoleón III, primo del autor
del disparo. Más de cien mil personas acompañaron la comitiva fúnebre hasta el
cementerio de Neuilly. Poco después de proclamarse la III república, los restos
del joven fueron trasladados a Pére Lachaise,
en donde se había preparado una sepultura de honor.
La estatua que preside la
tumba fue encargada al escultor Aimé Jules Dalou, el cual en decidió
representar al personaje tal cual quedó en el momento de su muerte, tumbado
boca arriba, la boca entreabierta, los brazos abandonados a los lados del
cuerpo, el chaleco abierto, el botón del pantalón desabrochado, y los más
curioso, lo dota de una erección.
No se sabe cuando surge la
leyenda urbana de que rozar frotar o besar la bragueta de la estatua, asegura
la fertilidad de la tocadora. Consecuencia de esto es que la estatua de broce
ha adquirido una pátina oscura debido al tiempo, menos la zona de los genitales
que brilla debido a los continuos tocamientos por parte del personal que visita
la tumba, ya sea por hacerse la foto o superstición.
La alcaldía de París a principios de 2005 decidió poner freno a
esta costumbre y puso una valla rodeando la tumba y un cartel prohibiendo
tocarla. Pero las autoridades acabaron reconociendo que esta medida era
excesiva y acrecentaba el interés de la gente y decidieron retirar la valla. Y
desde entonces, el apagado brillo de la bragueta de Vítor Noir empezó a
recuperarse de nuevo.
Recuerdo que cuando estuvimos en París yo no lo toque, pero la protagonista de una novela que ando confeccionando si que lo ha hecho. La visita que hicimos a ese cementerio me relusto atractiva e instructiva. Bonita referencia.
ResponderEliminarBesos