Somos lo que comemos.
Somos
lo que comemos.
Los buitres a lo largo del tiempo, han sido asociados a
malos augurios, puesto que su negocio es la muerte. Que le van a hacer, es su
nicho ecológico.
Se suelen denominar
carroñeros, ya que la carne de la que se alimentan está en claro proceso de
descomposición y se denomina carroña. Aunque es un proceso bastante llamativo,
no vemos ni un tercio de lo que realmente está ocurriendo. Una vez sobrevenida
la muerte, el organismo del animal deja de tener control sobre el resto de seres
vivos que habitan en él y empieza una guerra por ver quien se lleva una mayor
parte del pastel.
Durante la
degradación, las células muertas se rompen y
liberan toda clase de sustancias -incluidas enzimas- que crean un
ambiente ideal para bacterias y los hongos. Las bacterias producen una gran
variedad de derivados químicos, por ejemplo, liberan al medio la putrescina y
la cadaverina, que son responsables del olor desagradable. Los rasgos del
animal se volverán irreconocibles y el cuerpo comenzará a oler a carne podrida.
Después de varios días se comienzan a
acumular las bacterias y, como el cuerpo ya no las puede combatir, éstas
comienzan a disolver los tejidos.
La metodología que
siguen estas aves para acceder al interior del animal fallecido, a veces es
ciertamente "escatológica", pues aprovechan las aberturas naturales
como el ano, ahorrando energía y esfuerzo en desgarrar carne y romper huesos.
Esto los expone claramente a patógenos potencialmente peligrosos, que a ellos
no llegan a afectarles. ¿Qué hace que estas aves sobrevivan a semejante
banquete?
En primer lugar, los buitres
poseen una cabeza carente de plumaje que es tomada como una adaptación a la
alimentación, pues de este modo pueden comer introduciendo la cabeza en las
cavidades sin acabar cubiertos de carne putrefacta y sangre. Por otro lado este
tipo de aves suele impregnar sus patas de orina y excrementos, lo que les sirve
de amortiguador de temperatura y, además, el amoniaco de la orina actúa frente
a las bacterias con las que entra en contacto.
La acidez del tracto
digestivo del buitre es más alta que la
de los mamíferos, esto propicia una gran selección bacteriana, quedando muy
mermada la biodiversidad de los microorganismos, ya que tan solo unos pocos
sobreviven a tales condiciones ambientales.
Recientemente, un estudio, ha realizado
análisis genómicos de muestras tomadas desde la cara hasta el sistema digestivo
(aproximadamente hasta el tercio final del colón transverso), y de todos los
organismos encontrados, los géneros microbianos Clostridium y Fusobacterium,
son los predominantes en la microbiota del buitre. Estos se pueden encontrar en
el suelo o formando parte de la flora intestinal de muchos animales (entre
ellos nosotros), aunque a estos géneros pertenecen especies patógenas reconocidas. Alguna
de las especies que conforman el género Clostridium
han sido catalogadas como "muy peligrosas" para los mamíferos. Sin ir
más lejos Clostridium botulinum es
productora de la toxina botulínica, para que os hagáis una idea, 0,00000007
gramos de esta toxina es capaz de matar a una persona. Fusobacterium es parte de la flora
normal de la orofaringe, de las vías gastrointestinales y de las vías genitales, pero pueden provocar infecciones después de un trauma accidental, un edema, la anoxia,
la destrucción del tejido o de las mordeduras de animales.
Es sabido que algunas especies de aves carroñeras poseen
anticuerpos frente a la toxina botulínica, siendo posible que los buitres sean
anfitriones pasivos capaces de tolerar las diferentes toxinas que liberan las
células por dicho motivo. O también, puede que hayan establecido una relación
de mutualismo, por la cual la bacteria recibe del buitre la ingesta de materia
rica en proteínas, mientras que los buitres obtienen los nutrientes que le
proporciona la degradación de dicha materia.
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